Cristina se dirigió a nuestro estudio con una preocupación, literalmente, sus palabras fueron: «no sé qué es, pero algo le pasa a mi salón».
En cuanto recibimos las fotografías, supimos que el exceso de coordinación en la gama cromática era el principal problema a resolver, prácticamente todas las paredes y mobiliario, eran de los mismos tonos camel o piedra.
Este exceso de monocromatismo le restaba personalidad, no permitía crear volúmenes ni profundidad, era un espacio continuo, sin ambientes definidos.
Con estas premisas y posterior análisis, nos pusimos a trabajar. Primero decidimos crear una base de color que creara contraste con los tonos existentes, para después poder mezclar con una gama cromática de un color vivo en los detalles.
El color de base-contraste que decidimos fue el gris antracita, y en un acto de locura, decidimos proponer el impopular amarillo como el elemento rompedor de este salón.
Lo interpretábamos como el sol que entraba por la ventana, como la luz que le faltaba, pero siempre equilibrado por el sereno y sólido gris.
Pero si seguís teniéndole respeto a este color tan luminoso, la ventaja de utilizar una paleta de colores como el grafito o el antracita, es que admite otras tonalidades subidas de tono sin que nos resulten estridentes.
Como los corales…
O los turquesas…
¿A vosotros también os va el riesgo? Atreveos a contrastar!
Feliz semana!
*Las imágenes que no pertenecen a la autora han sido extraídas de redes sociales.